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Análisis
ANTES, DURANTES: PARECIDOS Y OTROS
Texto:Joaquin Garrido
Alvaro Ledesma avanza con su obra en una definición de belleza del siglo XXI. Y como todo nuevo planteamiento, por muy distinto que se nos presente, siempre estamos ante una continuidad, adaptación, transformación o cambio de lo precursor. Todas las novedades en la Historia del Arte hunden en secreto sus raíces para nutrirse en el compost del enigma de formas y maneras precedentes, elevando al aire fresco, ante nuestros ojos fascinados, las ramas de los nuevos planteamientos, los nuevos estilos, las nuevas formas.
Apenas despegando de la estética de las nuevas tecnologías, debemos mucho a las Primeras Vanguardias del siglo XX, pero éstas también a las rupturas en las formas de ver de los Impresionistas y éstos a su vez a los precedentes Realistas, sobre todo a los italianos macchiaioli, con su uso de las manchas de color, pinceladas cortas, yuxtaposición de toques, formas inacabadas y esbozadas...Podemos seguir con Románticos, Neoclásicos... (“La lechera de Burdeos” pintada por Goya en la época del Neoclásico anuncia claramente el Impresionismo tan aparentemente lejano en el tiempo). Y así podemos continuar en un largo totum continuum.
Cuando un artista es de los “grandes”, como es el caso de Alvaro Ledesma, resulta fácil para un comisario analista traspasar (calar) la novedad y originalidad para entrever los lazos de unión con otros “grandes”, esa esencia que define a la obra de arte para la eternidad del imaginario artístico.
¿Por qué cuando vemos su obra 21072012 inmediatamente nos acordamos de los espejos convexos en la Pintura Flamenca y no nos resistimos a cotejarla con el “Retrato de los esposos Arnolfini” de Jan Van Eyck o el “Tríptico Werl” de Robert Campin o “El cambista y su mujer” de Quentin Metsys, en un divertido análisis de parecidos y diferencias? (ver obra)
¿Cómo un pimiento abandonado en un frigorífico nos puede lanzar al recuerdo del deleite sensual de “La Venus del espejo” de Velázquez, o las “Odaliscas”de Ingres, Delacroix o Matisse? (ver obra)
¿Las asas de la bolsa de ferrosilicio que se agachan piadosamente están como “El Angelus” de Millet orando y dando gracias a Dios por la cosecha obtenida con el sudor y el esfuerzo? (ver obra)
El texto escrito: letras, palabras, números... a la manera de Pablo Picasso y Georges Braque a modo de los papiers collés residen con naturalidad en sus fotos en forma de etiquetas de botes de laca, nombres de fábricas, marcas comerciales, pintadas en las paredes, matriculas, numeración de maquinaria, avisos o carteles... (ver obra)
¿Por qué tenemos la sensación de revivir un continuo Readymade de la mano del mejor Marcel Duchamp esperando encontrar en cualquier momento su perturbadora fuente firmada R. Mutt (ver obra) o su secador de botellas Erizo o creemos estar frente a una presentación de objetos bellamente absurda de Kurt Schwitters (ver obra) o combinar la austeridad formal del constructivismo con la fantasía del surrealismo de las cajas de Joseph Cornell? (ver obra)
¿Qué hay en sus chimeneas que nos sitúan ante las del mismo Antoni Gaudí? (ver obra) Un simple punto de vista al tomar la foto y el perro flota como una novia de Marc Chagall. (ver obra) Horizontes forzados, y una exquisita ordenación de objetos nos dan un perfecto Giorgio de Chirico. (ver obra)
A la columna sin fin de Constantin Brancusi la remata un teléfono que hace las funciones del ojo del L'oeil cacodylate de Francis Picabia. (ver obra) Su autorretrato en un pasillo con elementos ingrávidos, aislados provoca que dancemos entre el barroquismo de una escena flotante de Cristo de Salvador Dalí y el Suprematismo más austero de Kazimir Malevic (ver obra)
Es una constante en la fotografía de Alvaro Ledesma los juegos de luces y reflejos de espejos, cristales y superficies pulidas que nos posicionan ante una confusión a las que era tan adicto René Magritte, que afirmaba que lo irreal era el molde de la realidad, y nos hace parar y pensar ante la foto como ante Ceci n'est pas une pipe. (ver obra)
Su globo medio desinflado y muchos de sus objetos inertes nos marcan las formas orgánicas de la Escultura Biomórfica de Jean Arp. (ver obra)
Nos asalta un continuo recuerdo de Les nouveaux réalistes como Arman por plantear el objeto en nuevas situaciones y relaciones con un factor cuántico gracias al cual logra eliminar la previa identidad y le confiere un carácter absolutamente distinto (ver obra) o Cesar con sus texturas metálicas ásperas y rugosas (ver obra), Daniel Spoerri en su baile continuo entre lo ilusorio y lo real o lo falso y verdadero, en una mezcla de emoción y de ironía, de nostalgia y melancolía (ver obra) o Christo con sus volúmenes envueltos en lonas que apenas nos dejan ver qué encierran (ver obra) o los motores y máquinas de Jean Tinguely. (ver obra)
A veces en sus composiciones nos asalta el Neoplasticismo de Piet Mondrian (ver obra) y en los huecos de sus escaleras en cuadrado caracol al más curioso Theo van Doesburg. (ver obra)Sus perchas de ropa al más puro Op art o Arte Cinético nos hace captar el efecto óptico de movimiento vibrante en la repetición de líneas sinuosas de un cromatismo marcado. (ver obra)
Sus inquietantes paisajes con la figura humana que parece se ha “colado” en la escena sin pedir permiso porque “sale ya” de la misma, nos sugiere un Edward Hopper fotográfico con su juego crepuscular de luces y sombras y el tratamiento de la soledad. (ver obra)
Y vamos viendo los paraguas de Joan Brossa (ver obra), las sillas de Antoni Tàpies (ver obra), la mujer muñeca de Hans Bellmer (ver obra), la salvaje sexualidad de los objetos de Robert Mapplerthorpe... (ver obra) ... y todo lo que tienen, sin quererlo, en común los “grandes” al ofrecernos su arte: que al contemplarlo indefectiblemente nos produce aleteos de mariposas de hierro en nuestras entrañas.
AVANCES. EL FUTURO SE ASOMA
La novedad se apoya en la ruptura de lo precedente.El arte en el siglo XX rompió física y materialmente la realidad imperante, ordenada, bien-pensada.Desde la fractura de la materia pictórica en las pinceladas impresionistas, pasando por los pegotes cubistas con sus trozos de papel de empapelar, de periódicos, de etiquetas adheridas, o los objetos encontrados de los dadaístas, hasta incluso al final del milenio con la alteración de la imagen en las nuevas tecnologías, el tan usado Photoshop, nos encontrábamos ante unos artistas que trabajaban la materia en su corporeidad, destruyendo, alterando, transformando físicamente los componentes de su obra de arte.
Alvaro Ledesma no toca nada, no corta, ni pega, no coloca los objetos, no los mueve, ni los amontona, sencillamente es su mirada la que observa y espera pacientemente a que todos los componentes estén en su sitio, a que todo pose para él, sin haber movido una pieza, y el resultado final es grandioso.Nos muestra unas imágenes limpias, frescas, naturales, tal como son, tal como las ha encontrado, en una naturaleza artificial construida solamente a partir de la fotografía. Todo estaba previamente en su escenario, solo la selección para el resultado final, sin ninguna manipulación, nos indica la inmensa calidad artística de este fotógrafo.No hay trucos, ni falsos efectos especiales, sin trampojos, ni fuegos de artificio que tanto gustan en las épocas barrocas. Nos encontramos ante collages hechos previamente a la intervención de la mirada, composiciones sin adulterar en las que sólo el ángulo de vista o la distancia al motivo rozan la composición.No necesita romper, ni maniobrar matéricamente con la realidad; no acumula, ni empuja a la naturaleza artificial, sino que la construye desde la fotografía: la imagen y el tiempo se hacen uno.
Antes de la misma foto: nada, solo un ojo creador. El proceso es mental, de selección, de análisis. La fotografía materializa y construye la naturaleza artificial.La obra de Alvaro Ledesma nos frena en seco. ¿Qué estamos viendo? ¿Qué es esto? ¿Qué está sucediendo? Necesitamos tiempo para decidir qué son esos objetos, cuáles son sus interacciones, montar la historia, construir los significados, descifrar lo que queremos ver, porque la subjetividad se impone a la comunicación.Normalmente damos forma a la realidad desde nuestras propias estructuras mentales, utilizando códigos ya existentes que nos ciegan el entendimiento, todo es inmediato y prefabricado porque todas las claves bailan ante nuestros análisis. Sin embargo, en el mundo artístico de este fotógrafo no estamos ante el arte ya visto y descifrado del pasado, estamos ante el arte por ver y colonizar del futuro.
Alvaro Ledesma es un artista que no lo pone fácil, que no participa de un mundo feliz para niños despreocupados a los que hay que darles todo hecho. Él hace su trabajo fascinante, como los artistas renacentistas, y el observador tiene que hacer el suyo. El espectador no sólo es invitado, sino obligado a construir los significados, ya que desde el primer golpe de vista necesita saber qué está ocurriendo en la pieza, quiénes son los componentes, qué ha sucedido, qué sucede o qué sucederá. Son imágenes que no se dejan atrapar por la noticia, que van más allá de construir una narración abierta.
A nosotros, a este lado del arte, nos corresponde decidir, tras el bloqueo inicial, el concepto específico y dónde ubicar la narración. Al no tener una especificidad en el tiempo, ni una localización concreta, nos inquietan, nos desestabilizan, nos remueven de la butaca desde la que tranquilamente observábamos el arte en el siglo XX.
Sus inquietantes paisajes nos turban poderosamente con esa gran calma que siempre amenaza con una gran tormenta. Algo terrible va a pasar inmediatamente y nos revolvemos en nuestros pensamientos porque todo está bien, perfecto, y sin embargo... la inquietud, el desasosiego, la sospecha se ha impuesto en nuestros sentimientos. Tememos que en cualquier momento los elementos aparentemente tranquilos se levanten como en Los pájaros de Alfred Hitchcock con su fuerza devastadora. Pero ahora, todo está en una extraña y amenazadora paz.Son escenas, piezas, paisajes de un universo irreal que aspira a enfatizar el carácter emocional de la experiencia estética, y que busca, no nuevas sensaciones, sino que nosotros intervengamos activamente en la definición del paradigma ante el que nos coloca sin tener las claves previas, mascadas, resueltas, como sucedía en la crónica de la realidad y el formato documental, que caracterizaban al paradigma anterior.
Alvaro Ledesma fotografía las ciudades desde dentro de ellas mismas, desde las entrañas, desde las tripas de sus habitantes, desde las vísceras de las calles. No hay concesiones, apenas se adivinan los fetiches arquitectónicos para turistas. ¿Será eso el puente de Oporto?, ¿La esquina de la Torre de Belém? ¡Casi adivino el Arco de la Rua Augusta de Lisboa!Las personas no están saliendo en la foto sino que intentan escaparse de ella o corriendo absortas en su huida o aislándose en su ensimismamiento, siempre en un “previo” o en un “pos” a una instantánea, nunca en un “durante”. Están ahí como lo podía estar una biela o un rodamiento de tornillos, sin contarnos nada, totalmente emancipadas de las sensaciones que nos transmiten.
Puede ser carne humana fugaz, o materia metálica inerte, o maniquíes de plástico llenos de vida. Nos sentimos violadores de un momento para el que no quieren estar preparados, para el que no están dispuestos. Se enroscan en su propia nada, se vacían y purifican hasta el silencio en una ataraxia artística.¿Qué hay más desolador que la soledad acompañada, la soledad en pares, la pareja aislada en si y entre si? Alvaro Ledesma retrata continuamente bloques de dos, conjuntos pares de elementos muy parecidos... pero diferentes. Uno dominante, otro dependiente, ambos en situaciones trans-históricas que tienen lugar en escenarios imaginados pero en los que vemos que la narración ya se ha extinguido para siempre, no sabemos cuándo, ni por qué.
La definición de belleza del siglo XXI no vendrá con un manual de instrucciones en todos los idiomas para visitas tuertas.Lo fascinante, lo bello, golpea duramente nuestra percepción placentera de lo artístico porque nunca estamos preparados para las propuestas de futuro hasta que éste ha muerto y ya no lo es. Tenemos que ser cirujanos de la belleza, analistas de las claves y anticlaves estilistas, sentir lo que tenemos en comunión con las formas que percibimos. La belleza del futuro es para los que intentan descifrar sus códigos, exploradores de los enigmas fascinantes del imaginario que nace hacia los “grandes” del porvenir, no para los que miran la materia precocinada.
Nada es fácil, nada es cómodo, el significado no es inmediato en la obra de Alvaro Ledesma porque abandona salvajemente las claves de comunicación y detiene bruscamente nuestra propia reacción desde el primer instante que nuestro conocimiento artístico se posa acariciando la segunda pátina de unas fotos que no tienen ninguna capa.
Texto:Joaquin Garrido